domingo, 12 de julio de 2015

Días nueve

Siempre fui buena musicalizando mis derrotas, tengo una imaginación solo para los días en los que quiero llevarme a la tristeza mas profunda, uso toda la artillería pesada, hasta esa de la que se que en un futuro me voy a arrepentir.
A veces es molesto, al principio lo era, hasta que lo aprendí a manejar, hasta que aprendí a verla llegar. Podes sentir, como se va asomando, como despacito desprende el candado que la tiene guardada, con una facilidad ceremonial, sale de su habitación y empieza a caminar, y la veo entre pestañas que me mira, queriendo llamar mi atención, me mira con unos ojos penetrantes, odio que me miren fijo, siempre me incomodo, y lo sabe, el contacto visual es una batalla en la que siempre me dejo perder, es demasiado lo que alguien puede descubrir si llegara a contactar un segundo sus ojos con los míos. No.
Ella lo sabe y juega sucio, quiere llamarme la atención, me resisto.
Cantar, si, cantar la oscurece, la hace enojar, puedo con ella, la voy empujando, con cuidado. Retrocede unos pasos. Me mira. A veces se esconde de nuevo sola.
Otros, los días nueve, (así los llamo) los días en que necesita protagonismo, no hay nada que pueda hacer para evitarla, la veo, me llama, y yo acepto, como quien acepta un caramelo, y la veo sonreír, (único momento claro, a veces, no voy a mentir, lo disfruto) inhalo profundo y le cedo la soberanía de mis mundos, sin oponer resistencia.
Me alejo, a mi habitación, y la contemplo y la consuelo desde el silencio y la mirada expectante, esperando, que después de su despliegue teatral de miseria, desgracia y desconsuelo, vuelva, a su habitación de la que nunca tendría que haber salido.