miércoles, 9 de octubre de 2013

Claro que no te convengo

No te convengo, en serio. En los gráficos de torta siempre entro en la porción de “no sabe, no contesta”. Uso una remera de Bob Marley y ni siquiera me gusta Bob Marley, ni los helados de chocolate. El tío dice que soy hipipie, el terapeuta dice que estoy obturado. Freud dice que evado la realidad, siendo irónico. Claro que no te convengo. Tomo sopa hasta en verano, no sé el nombre de ninguna constelación, me escondo tan bien que ni yo me encuentro, siempre le encuentro formas a las nubes que nadie forma, siempre le encuentro parecidos a la gente que a nadie le parece, no entiendo los pasacalles que dicen “te queremos” entre comillas, nunca sé distinguir cuál es la canilla de agua fría y cuál la de agua caliente. Ni un poquito te convengo. No tomo los dos litros de agua por día, nunca gané una rifa ni encuentro nada tirado en la calle. Soy intolerante, mal humorado, se me marchitan todas las plantas y ya tengo tres novias reservadas para la próxima vida. Me dan tristeza los payasos, los circos, las jaulitas, las estaciones de tren, las goteras, las fiestas de cumpleaños, las viejas imágenes, los parques de diversión, los charcos, la lluvia, los viejos aromas y todo lo que cae despacito. Me duermo en la mitad de las películas, y definitivamente, no te convengo... Miento yo, con este poema cuando trato de alejar la tristeza al menos por un rato, como si ella no existiera independientemente de mis ganas de que esté. Es verdad, podría ser peor... o podría ser mejor, y parar con todas mis teorías conspirativas, dejar de buscarle la quinta pata al gato, el sexto pelo al huevo, el séptimo sentido a la película de Bruce Willis, la octava maravilla al mundo. Dejar de buscar tanto siempre lo que no encuentro...