martes, 26 de febrero de 2013

"Amar las virtudes de La Maga es casi como aceptar que el mundo es una farsa, o que la simple mascara que uno se arma para mostrarse ante las personas, se quiebra. Es declararse un fraude, declararse culpable de haber construido una pared con cimientos tan débiles que la vuelven incapaz de sostenerse.
Amara la Maga por sus virtudes no significa suavizar el asunto, sino caer completamente de rodillas frente a un mundo - Maga que te enceguece de la misma forma que te oscurece, al hacerte chocar contra un espejo y demostrarte (o darse cuenta uno mismo) de lo mal que se ve desnudo, de lo frágil que resulta un alma vacía de tanta suficiencia, ego ciencia o conciencia.

Amar, ahora si, a la Maga, es caerse en una calle llena de gente, y no levantarse rápido y continuar caminando como tratando de simular que nada ha pasado; sino quedarse en el suelo, mirándose las propias manos y mirando las caras ajenas, mostrándose ante todos como uno realmente es: torpe, débil y vergonzoso.

La simple noción de vida que se tiene, se corrompe instantáneamente frente a la Maga, y uno descubre que debe darse por vencido, que todo por lo que uno lucha, todo lo que intenta ser, no es lo que es sino lo que ve en ella. Sin que lo pudiera advertir, caí de rodillas frente a su imagen, la santifique como fuera un símbolo pagano.
Muchas veces me sentí culpable de haber corrompido en el mundo - Maga, de alterar su orden. Temía desorientarla, hacerle perder el rumbo. Mis ganas de firmeza, de ser suelo, corteza, se interponían inevitablemente con su independencia, sus aires de libertad, su forma de andar por la vida sin cuestionarla ni cuestionarse.
Un día descubrí que nunca llegaría a sus mundos, esos que envidiaba tanto, ni aun subiendo el camino. 
No me engañaba al pensar que poseer a la Maga me acercaba a su realidad, pero sabia que nunca seria totalmente dueño de ella." 10/6/2010. Juan.